jueves, 31 de julio de 2014

Sentir la necesidad de pasar de todo

 
- Mira esa, qué friki.
- Vamos a por el palo, que no se mueve ni habla con nadie.
- Qué gafas más feas.
- Ella no habrá sido, es muy buenecita.
- Habrá pasado toda la fiesta de pijamas leyendo.
 
LargeEllos no saben nada de mí. Hasta las personas que creen conocerme se equivocan. A veces es difícil abrirse, ¿sabes? La gente confunde. Confunde aparentar con ser, comprendido con vivido, amiga con chica con la que vas sin sentirte tan unida a ella en realidad.
A menudo pienso que la gente no sabe mucho de mí, y sé que es culpa mía, apenas cuento todo lo que se pasa por mi cabeza. Entonces todo sería diferente, raro, extraño.
El silencio es bonito, la soledad también lo es. No voy a decir que querer no sea bonito, que no tenga amigas que traten de acompañarme moralmente y crean conseguirlo. Pero...
 
 
Si pudiera empezar de nuevo, ¿empezaría?

The End | via FacebookSí, tal vez. Desde luego, si no lo hiciera no sería por otra cosa que por cobardía. Inunda mi cuerpo. Escondo las manos en mi jersey. Apenas hablo. Me muestro ausente. Ya no tienen por qué ser los efectos de un mal día. Es la rutina. La misma rutina de la que quiero y no puedo salir. Ese círculo vicioso que más de una persona en el mundo, sobre todo a esta edad ha querido romper pero no lo ha logrado. A esta edad...
 
 
 
 
¿Cómo de mayor soy realmente?
 
En realidad, pienso mucho. Pienso mucho y no digo nada, pero pensar pienso. Soy una cría, soy pequeña. ¿Son mis ideas, mis teorías, mis propósitos, mis experiencias, mis lágrimas lo que me hace mayor, o solo lo creo? Tal vez sea solo una ilusión. En el espejo veo reflejada a una chica a la que no conozco.
 
Large
 
Dejadme descansar un rato
 
Esto no quiere decir que no os quiera, que no os aprecie. Quiere decir que quiero sentarme en mi cama, mirar las densas nubes desde mi ventana y perderme en el sonido del viento. Porque en ese momento no hay nadie allí. Nadie que me pueda criticar, nadie que me pueda hacer llorar, nadie que no me entienda ni de lejos.
Facebook
 
No confiar en nadie. Borrar los recuerdos. Olvidar el mundo. Sentir la necesidad de pasar de todo.

Ya es bastante difícil ser diferente

~En una edad en la que casi lo más importante es encajar, ya es bastante difícil ser diferente como para que te lo echen en cara- Topi~~~~~~~ 
be a voice, not an echo | via Facebook 
Y qué hay más común en alguien como yo que verse como una tonta continuamente.
Y qué hay más común en alguien como yo que borrar más que escribir.
Y qué hay más común en alguien como yo que llorar por la cosa más estúpida.
Y qué hay más común en alguien como yo que sentirse infinitamente menuda.
Y qué hay más común en alguien como yo que pensar que no sirve para nada.
Y qué hay más común en alguien como yo que ser perseguida por los complejos.
Y qué hay más común en alguien como yo que no entenderte ni tú misma.
Y qué hay más común en alguien como yo que arrepentirse tarde.
Y qué hay más común en alguien como yo que tener miedo de ser la única así.

¿Por qué seguir mintiendo?

Sabes que me he dado cuenta, tú lo sabes bien. Notas como finjo que no pasa nada, pero en realidad lo que ocurre me está matando. Ves que me alejo poco a poco, llegará el  día que desaparezca de tu vida. No entiendes o no quieres entender como me siento. Esquivas mis miradas que ocultan la realidad. Me dices que soy importante, pero no soy nadie en tu vida. Me prometes muchas cosas que ambos sabemos que no vas a cumplir. Intentas hacer que no pasa nada, pero me observas cuando me derrumbo. Intentas meterte en mi cabeza, aunque nunca lo consigues.

SummerLoveTe aferras a tus ideas sin importarte las mías. A veces crees adivinar mis pensamientos, pero luego te das cuenta de que te equivocas. Crees en que sólo sea una tontería. Te gustaría que aún quedara algo. Deja de contar las mentiras que nos decimos a diario. Nadie sabe si quieres volver a la normalidad. Tal vez ya es hora de parar, pero antes tienes que querer. Dejemos las lágrimas de lado y hablemos sin secretos ni mentiras. Quizás no crucemos más palabras, nos separaremos poco a poco hasta que que no nos volvamos a ver jamás. No me controles más, haré y diré lo que quiera. Guarda las mentiras y no digas ninguna más. Para de hacerme daño, aún no te has dado cuenta de que cada mentira me clava agujas en el alma. Recuerda cada mentira, aprende de tus errores y cambia.

martes, 29 de julio de 2014

Vengo a decirte

C o z i e s t ♥

Hola.
Vengo a decirte una cosa.
Mejor pensado, muchas cosas.
Que no te perderé.
Ni dejaré que te pierdas.
Que estaré a tu lado cada vez que lo necesites.
Incluso en esos momentos en los que no estuve.
Que pensaré dos veces antes de decir las cosas.
Aunque a veces me cueste.
Que esperaré todo lo que necesites.
Mientras tú no necesites demasiado (y aún así).
Que te haré sentir la mejor.
Y eso no significa la más perfecta, porque la perfección no existe.
Que sin ti no soy somos nada. 
Y tú lo eres todo para mi nosotras.
Que hablo en nombre de todas.
Pero escriben solo mis manos.
Que te necesito.
Y necesito que te lo creas.
Que necesito que vuelvas a leer esto hasta que te lo creas.
Porque eres genial.
De todas las formas y sentidos.
En resumen,
te quiero.

Más allá de lo que solemos pensar

 
La chica andaba tranquilamente con cierto nervisosismo en su mirada de ojos grises. De vez en cuando, pronunciaba unas palabras que se quedaban en un susurro. Sus manos estaban colocadas en sus bolsillos de forma inquieta. Caminaba por entre las sombras de las calles más antiguas de la ciudad. Miraba a ambos lados y no muchas personas le dedicaban una sonrisa, ni siquiera una mirada. El mundo se había parado en ese momento, creía que en aquel barrio, no había vida, ni las farolas se encendían. Ya era tarde, ella era la única que sabía mirar más allá del físico de las personas. Podía entender los sentimientos de alguien con solo mirarle a los ojos. Podía saber la situación por la que pasaba una familia con solo sonreír al niño pequeño. Todo se componía de gestos, miradas y situaciones.
Ella era silenciosa, seguramente, nadie se había dado cuenta de su presencia, sin embargo, salir sola le inspiraba, podía ver mucho en solo una esquina o en una pared. Creía que cada objeto tenía una historia digna de conocer.
No solía hablar con nadie, la soledad le hacía verse invisible pero tranquila, sin embargo, ella también mostraba sus problemas  y dudas. Lo hacía de manera dustinta, se sentaba a observar los paisajes y allí, hablaba horas y horas. Los pájaros le cantaban, el viento le mostraba situaciones y el agua le reflejaba momentos. Ninguno le respondía a pesar de hablar, ellos solo le ayudaban o lo intentaban porque la única respuesta era pronunciada con sus palabras ya que nadie le iba a entender mejos que ella misma...
                    Sin embargo
    ¿la soledad nos ayuda a pensar?

Crónicas de una fumadora #1

Nada. Eso es lo que me pasa. Que no me gusta reír porque tampoco sé llorar, y hacer alguna de las dos cosas descompensaría la balanza entre la felicidad y la tristeza. Y muchas lágrimas son malas, pero muchas risas también, porque es imposible sonreír si antes no te has lastimado. Una vez creí que no podría parar de reír. Tenía ocho años y, esos minutos en lo que me dolía la tripa de tantas carcajadas los echo de menos. Entonces era una ingenua, pero por aquel momento yo me creía bastante mayor y bastante alegre era yo. Oh, cómo nos cambia la vida. Al día siguiente, seguía en mis ocho años de inocencia, mis amigos no me llamaron para que jugara con ellos. Me sentí traicionada, apenas sabía nada de las tragedias que ocurren por todos lados como para no llorar por esa desgracia que me acababa de ocurrir. Y mis amigos no me llamaron ese día. Me llamaron un día después. Así que, nada. No me pasa nada.

Hace poco decidí que dejaría de fumarme todas esas mierdas y me fumaría un cigarro. Pero una no puede encender un cigarro sin mechero, igual que uno no puede gritar si es mudo o abrazar sin motivo. Mi problema es que quiero abrazar, pero no me molesto en encontrar el motivo. Estoy cansada de hacer las cosas pensando, es una estupidez. Y yo no me consideraría estúpida hasta que pasaran otros ocho años y dijera "cuando tenía dieciséis... que ingenua era", porque estoy segura de que es una especie de círculo vicioso en el que te sientes obligada a hablar mal de tu yo de hace unos años. Así que me he comprado un mechero con el que prender fuego a todo, incluido ese cigarro.

Y ahora ya no queda nada, salvo mi desinterés por todo y por nada. El maldito cigarro se ha caído de mi mano a la hierba húmeda y yo no me preocupo por recuperarlo, ni pisarlo, ni soltar el humo que está atrapado en mi garganta. Como mis palabras, nunca salen cuando quiero. Pero en este momento, he gritado. Y no he gritado ni de impotencia, ni de felicidad, ni de hastío ni nada parecido. Ha sido uno liberador. ¿Por qué liberador? Porque hasta ahora yo no era ni triste ni feliz, y he descubierto que lo que soy es una chica estresada.

Crónicas de una fumadora #2

¿El aire tiene color? No, o eso creo. Es trasparente. Casi no lo podía sentir, ni tocar. Los pequeños rayos que entraban por el vendaval se reflejaban sobre sus débiles manos. Todo eran sombras y luces. De lo borroso se pasaba a lo nítido. Solo había que parar a fijarse. Eso era lo que le había faltado durante tanto tiempo. Ahora la veías sentada, casi sin hacer ruido. Parpadeaba, pero casi ya no tenía fuerzas para hacerlo. Con su jersey de lana, su favorito. El que le regaló su abuela al cumplir los 8 años. Del que nunca se separaba. Tenía los ojos mojados, el rimel se le había corrido y una mancha oscura recorría sus pómulos.Se había pasado toda la noche con lágrimas y en la habitación se sentía el olor fuerte de algo más. Sin duda, había estado fumando, como de costumbre. Ya era fácil pensar que las cosas no tenían remedio. El tiempo pasaba, ya había perdido la cuenta de los meses en los que sus noches eran un desperdicio. No servía de nada apagar y volver a encender cigarros, sin embargo, no podía evitarlo. Se había convertido en una obsesión, parecía no poder vivir sin ello. El humo gris que invadía el recinto, las cenizas tiradas por el suelo. ¿Qué tenía todo aquello? Nada. Eso era lo raro. Porque nada se arregla desperdiciando tu vida. Al igual que una vela no se enciende si no llevas un mechero. Pero ya no servía de nada intentarlo, ya había perdido todo por lo que merecía la pena luchar. Ya no se agarraba a nada. No podía revivir los momentos por los que había pasado. ¿Hacía cuanto que no escuchaba su risa? Tal vez habían pasado meses. Ya nada ni nadie se acercaba a contemplarla a su ventana. Pero no se podía tener todo. Tan solo el interés por saber cómo les iría a sus antiguos compañeros. Esperaba que la vida les vaya mejor que a ella, o tal vez lo contrario. Solo sabe que nada cambiara, nada será como antes. Da una calada a su cigarro, tose un par de veces y lo apaga en el cenicero de cristal. En seguida recurre a otro antes de que los recuerdos le atormenten más. Lo mira atentamente, no parecer ser nocivo, pero lo es. Escucha el sonido del silencio. Y de un golpe, se levanta. Intenta aguantar de pie y con asco, lanza todos los cigarros contra la chimenea, allí se quedarán. Sintiendo asco hacia ellos mismos como ella tantas veces ha sentido. Porque ahora se ha deshecho de lo que le atormentaba. Y ya no sabe qué más hacer, porque sabe que ya ha perdido las esperanzas de que la vida le ayude, pero al menos, está intentando recuperar su vida. Los principios empiezan cuando los finales se olvidan. Por eso, no vale volver a recordar. 

Atenta, porque no creo que la vida te sonría dos veces del mismo modo


Pandaxpower.tumblr.com

Bailaba y bailaba al son del compás acompañada de su pequeña caja de música, la que hace bastante que había encontrado en su baúl. La acompañaba el sonido de su pequeño acompañante. No podía sentirlo, ni siquiera le respondía cuando le hablaba, pero el ruido que provocaba en la estancia significaba que continuaba presente junto a ella. Sin embargo, la chica paró de bailar. Él ya no la acompañaba, apenas tenía fuerzas para seguir bailando a su lado. Solo se oían los sollozos de de ella. El eco. Su eco. Ya no aparecía junto a ella.

Años más tarde...

Odiaba cuando aquella nube llegaba y empapaba sus mejillas con su lluvia. En sus párpados caídos, estaba su verdadera naturaleza. ¿Aquella triste niña era un bicho raro o su propio cuerpo se había consumido entre tanto amor? El corazón que latía había sido sorprendido por unos pequeños síntomas. Las personas que la tenían a su lado, ya no notaban apenas su atenta mirada. Habían sido las locuras de los sábados. Sí, seguro que podría haber sido aquello. El descontrol, los pequeños detalles de los que solo ella se daba cuenta... Habían sido meses y meses sin amigos, se sentía sola, ya ni siquiera sabía por qué tanta emoción en su vida, si seguía siendo la misma. Nunca había cambiado, seguía siendo la tímida niña que antes había revolucionado toda su vida y la de los demás...

<<Su propia apariencia le había engañado, tal vez ella había sido mucho más de lo que podía llegar a ser, tal vez no podía ser como los demás... Tal vez había nacido para ser diferente y aun nadie se lo había dicho...>>

Ella

 
Era difícil, pero, si te acercabas a su cama a altas horas de la noche, aún podías ver las lágrimas surcando su rostro y oír su respiración entrecortada.

Era fácil verla esbozar una sonrisa, porque se ilusiona fácilmente y porque quiere ser feliz. Pero ella sabe que sonreír no implica "ser feliz".

También era fácil ver su expresión seria, porque no podía fingir ser feliz siempre.

Nadie podía imaginarse lo que ella hacía cuando se quedaba sola en casa.

¿Ella era egoísta?

Tal vez un poco.

Había gente que la quería, pero su amor nunca sería suficiente.

Primero tendría que quererse a sí misma para luego aceptar el amor de los demás.

Y esa tarea le llevaría un tiempo que no tenía o no quería tener.

sábado, 26 de julio de 2014

Carta de un príncipe desheredado

 
...Y fue muy extraño. No dejé de amarla aún. Y sé que jamás podríamos volver a ser felices. La sonrisa de mi rostro te la llevaste tú. Y la nostalgia y la tristeza se hicieron dueñas de mi pecho.
Cuánto te amo, mi Ángel. Quién iba a decir, taurina perfecta, bella, hermosa, la luz de mis ojos , que todo iba a terminar así. Ojalá algún día comprendas por qué me voy. Dejo nuestra historia plasmada aquí, para que cada vez que me necesites me encuentres fácil. Físicamente me marcho, pero un pedacito de mi alma se queda contigo....

 ...Caminaba sin rumbo, en compañía de un viejo amigo, y te vi: con la mirada perdida, desorientada, con el peso de la soledad que cargabas en tus hombros, con tus tacones altos negros, y esa hermosa mirada que me deslumbró ni bien entré al lugar, tarde, 4.00am, cansado de dar vueltas en círculo, después de saludar a la misma gente de siempre, las mismas caras de todos los sábados,  te ví, sentada en el pasamanos de un pequeño túnel; te ví y me enamoré de tu belleza, de tu soledad. Ya no quise caminar más. Nos pusimos a charlar. Te robé uno o dos besos...y desde ese fin de semana, nunca más nos volvimos a separar, hasta hoy amor. ¡Tanto tiempo. Tantas cosas que vivimos juntos! Si supieras todo lo que aprendí de vos...y cuánto aprendo aun estando separados...
Ojalá algún día lo pueda superar...

 Pasó julio y llegó agosto. ¡Cómo esperaba los fin de semanas, para tenerte en mis brazos!, para mimarte, para adorarte... qué felicidad irte a buscar, tan lejos de casa, para tener tu gran compañía... Pensar que el día que nos conocimos terminamos desayunando juntos en un AutoMac, el primer beso...mi inocencia...tu experiencia y la ternura en tus besos......

 .... Tanto tiempo juntos, que ahora me duele y me pesa tanto la soledad... Me acostumbré tanto a ti, que ahora sólo siento el vacío que queda recorriendo la casa, el patio, tu sexo en el garaje... Te veo amándome en la piscina, en el baño y en mi escritorio. Eras y serás siempre el fuego de la pasión, y del sexo más libre y salvaje que he conocido; la que me despertó de ese largo viaje llamado: rutina.

 ...Me voy amor, por que ya no puedo vivir así: preocupado, esperándote, preocupándome, si estás bien, si alguien te lastima y yo tan lejos... Ya no puedo concentrarme en mi trabajo, ni en mis estudios y vivo imaginándome los pensamientos más oscuros y horrorosos sobre ti. Ya no eres la que yo conocí. Y como la noche apaga al sol, así  vistió tu alma de oscuridad y de ambición a tu corazón. Y pasé de ser, tu príncipe azul, a ser sólo un pedazo de carne. Ya no creo en ti. Ya no creo en mi, y nada tiene ya sentido alguno, después de tu decisión.

 No te echo la culpa. Sí me hago responsable de las veces que te lastimé. Ahora sólo me queda rezar, para que encuentre un poco de paz mi alma atormentada, y pedirle a Dios que no me abandone y me dé la fuerza para dejarte ir. Dejarme ir...

 Nunca te olvides que en los peores momentos, siempre estuve ahí, firme a tu lado, compartiendo tu tristeza, tus miedos y tus angustias; y aquellos días en mi ciudad, en los que con tan poquito nos divertíamos tanto. Nos teníamos el uno al otro.

 Ojalá te vuelvas a encontrar. Ojalá llegue la paz a tu hogar, a tu alma. Que Dios te acompañe siempre en el camino tan difícil que decidiste seguir. Te dejo mis ideales aquí; mis más tristes pero verdaderos sentimientos: mi verdad ( la mía , no la de la gente ) y mis últimas indicaciones para cuando estas notas ya dejen de quemar en la hoguera de nuestros corazones......

 Amor:
             ¿Quién sería yo, si te dejara pasar así, si dejara que fueses la carne de cañón de este sistema social devastador y salvaje? Si te cansé con mis sermones es porque te amé de verdad: con el alma, la mente y el cuerpo, que siempre me puse en tu lugar y en tus necesidades, que traté de dartelo todo y hasta lo que no tuve...

 Que algún día lo vas a entender, que siempre trates de rodearte de gente sincera de alma y buena de corazón. Que cuando tenemos muchos, todos nos quieren y de muchos amigos somos, y que cuando las cosas se ponen difíciles, solo están los que la erosión del tiempo no desgastó la esencia ni el amor hacia vos. No te olvides jamás de eso...

 Dale una buena educación a tu sol, cuida siempre su entorno. Cuídate y cuida tu mente. No te expongas tanto a ese ritmo de vida, que la vida siempre te pasa factura. Nunca cambies tu fuerza de toro, incomparable, tu energía de luchadora. Guárdame en uno de tus cajoncitos de madera como lo más puro que tuviste, y no vuelvas nunca hacia atrás, siempre para adelante. Que ojalá algún día encuentres el hombre que necesitas, que te cuide y que te valore, y te enseñe también a hacer algo que yo no pude: conseguir que te valores más.......Vales mucho y nunca los supiste ver.
No le tengas miedo a los muertos ni a la oscuridad, ni a los fantasmas. Ten desconfianza en los vivos, que son lo únicos que pueden hacerte daño, que hay muchos locos sueltos en la calle , llenos de odio y venganza hacia tu género.

Que nunca dejes de ser esa mujer tan dulce con tu hija, que jamás bajes los brazos y sigas luchando por tus sueños que, aunque yo no comparta la manera, no significa que la mía sea mejor o peor que la tuya. Trata de olvidar todo lo malo de tu pasado. Imagina en tu mente un cajón con llaves y mete todo lo malo allí que te tocó vivir amor, que se puede. La vida es tan corta, que no sirve de nada vivirla envenenado por el pasado, ni con viejos rencores. No pierdas tus ganas de bailar y de reír siempre. Y acordate que en muchas casas con muy poco, son más felices que en las que lo tienen todo. Es cuestión de saber valorar las pequeñas cosas. Lo material va y viene siempre, pero el amor perdura con el paso del tiempo.
 
Que no estas sola...
Que nunca es tarde para empezar de nuevo, una nueva vida.
Que los años sí pasan rápido, y que todas las noches antes de dormir, por lo menos una vez al mes, le pidas a Dios que te cuide y que vele por los tuyos...

 Me voy lejos. pero tranquilo, para matar de apoco tu recuerdo. Que te quedes tranquila que voy a estar bien, y que aunque ahora soy prisionero de mi angustia, sé que mañana...mañana de nuevo sale el sol para los dos.

Te guardo para siempre en mis recuerdos mas bonitos...

Te amo

Un invierno sin sol

 
 Yo amé, con perdón.
 
Amé por encima de todas las cosas, que es,
permítanme que les diga,
de la única forma en que se puede amar.

Yo viví
en un cálido regazo del amor,
protegido bajo su techo,
comiendo de su misma mano,
aprendiendo el fuego hasta verlo arder,
hasta quemarnos.
Compartí su sudor
y ascendí en su alegría de peldaño en peldaño.
Es decir: de dos en dos.
 
¿Sabéis qué?
Yo tampoco creía en la magia hasta que la vi.
A ella.
Irradiándola, desprendiéndola,
 descontrolando el tiempo
y cargándose con un gesto cualquier rutina impuesta,
criando una primavera en cada estación.
 
Solo querría decirles eso.
Decirles: yo tuve un reino y lo llamé hogar.
Y fue tan inmenso como el más pequeño de los detalles.
Una puta barbaridad.
Así debía de ser mi cuento.
 
Sin embargo, escribo desde el dolor aquel
en que solíamos gritar que todo acaba mal
porque si no, no acabaría.
 
Así fue
que todo se llenó de distancia
y de sangre,
todo se ensució de grietas y pudriéndo-
se pasó como una enfermedad
por delante nuestro,
un olvido por encima de nosotros
paseándose
jodiéndonos,
diciéndonos adiós,
a Dios reclamadle.
 
Estas son mis ruinas y esta es mi voz.
Un paseo con vistas a los escombros.
Si veis al amor por ahí, solo decidle que lo siento.
Que el frío se ha hecho ciudad
y yo, solo, he aprendido a quemarme.
Que la poesía pague los destrozos
y su recuerdo sea mi única migaja de calor.
Esta es la historia de un derrumbamiento.
El infierno hecho paisaje.
Mi baile nupcial sobre el lodo.
Un invierno sin sol.

Y aún te amo



Me gustaría pensar que todo está bien, que soy adulta, y por ende, lo suficientemente madura como para verte desde otra perspectiva, ya como a un amigo. Pero por más que lo intento no puedo engañarme. Sigo viéndote como la persona de la que un día me enamoré. La persona que me hizo sentirme viva y guapa de nuevo.

Me sentí amada por alguien. Alguien que me escribía cartas de amor. Alguien que me deseaba en secreto. Alguien que deseaba estar conmigo a todas horas y buscaba los encuentros, como los buscaba yo, a pesar de que ni el tiempo ni las circunstancias estaban de nuestra parte.

Pero todo eso cambió un día. No sabría precisar cuál; poco a poco empezaste a alejarte de mi con excusas no demasiado elaboradas.Yo te quería, como te sigo queriendo aún, y por eso lo justificaba todo y me decía a mí misma que estabas demasiado ocupado, que tu otra vida pesaba como un lastre en tu día a día y que todo el tiempo que pasábamos juntos, por poco que fuera, era un regalo...

No sé cuándo pasé de no verte a empezar a hacerme invisible en tu vida. Tus mensajes eran continuas despedidas que decorabas con las mismas excusas mil veces, y yo te creía, o tan sólo quería creerte.

Y así, ha pasado este último año, El amor no se va de un día para otro, no. El amor intenta aferrarse a lo poco que le queda de otro tiempo en el que nos hacía felices a ambos. No me hagas pensar que no existió, que todo fue una invención mía, porque fue real aunque tú lo intentes negar ahora. Yo te amaba. No, no voy a hablar en pasado porque bastaría que volvieras a descolgar el teléfono para que fuese corriendo de nuevo a tu lado, como un perrillo sin amo. Así me siento; desvalida y falta de abrazos, porque sé que haga lo que haga, nunca serás para mí. Y porque lo llame como lo llame, aún te amo...

Me quedo con una frase que he leído hoy. Definitivamente no eres la persona que merezco porque según reza en una pintada "la persona que mereces es aquella que, teniendo la libertad de hacer lo que quiera, te elige a ti en todo momento". Y ése, cariño, nunca has sido tú...<3 <3

Dí que me llamo María


Di que me llamo María. En realidad mi nombre no le importa a nadie. Lo he oído tantas veces de una boca que lo ensuciaba que escucharlo me da asco. Así que di que me llamo María. Cuenta que mi vida es una mala pesadilla de la que no he podido despertar, de la que ya he perdido la esperanza de despertar.

Diles que cuando le conocí yo era dulce, sonreía y tenía una vida y él llegó con su dulzura, con su sonrisa y con su vida en la que me ofreció entrar. Háblales de que al principio fue el amor quien me cerró los ojos, y que después, poco tiempo después, fueron sus puños bañados de odio quien me los cerraba una y otra vez.

Explica porqué la vergüenza y el miedo me dejaron muda durante tanto tiempo, porqué sorbí despacio y en silencio mi propia sangre, mis propias lágrimas, porqué volvía una y otra vez, esperando un grito más, un insulto más, un golpe más, hasta que cada humillación llegó a convertirse en un regalo, hasta comprender que bajar la cabeza a veces y sólo a veces, tranquilizaba al monstruo.

Quiero que sepan que sentirse débil, que sentirse vulnerable, duele tanto como los golpes, quiero que lo sepan y que sepan que lo intenté, que intenté deshacerme de la desesperanza y luchar por entrar en la vida con el mismo coraje con el que ahora lucho por salirme de ella. Ojalá hubiera sido más fuerte, lo suficiente para comprender que no hay nada capaz de aplacar al monstruo y que no hay monstruo que te permita ser lo suficientemente fuerte como para comprenderlo.

Explícales que he decidido desprenderme de este dolor que con igual fuerza agita mi corazón, que lo detiene a ratos en un segundo eterno. Ya ni tan siquiera encuentro otra manera de hacerle daño, salvo alejándome de él y regalándole mi último momento de sufrimiento inútil, ese con él que tanto goza.

He acallado para siempre el timbre de la puerta y el sonido estridente del teléfono. No quiero que nadie interrumpa esta muerte, el único acto voluntario y feliz que recuerdo desde hace mucho tiempo. No sé cuál es la dosis necesaria para comprar el billete de ida. Resulta cómico pensar que la muerte se encierra en este frasco que baila entre mis manos magulladas, una muerte dividida en minúsculas porciones de color.

Quiero que les leas esta carta, con las últimas migajas de esperanza que me quedan, para que esto no se convierta en mi último monólogo.

La carta más bonita del mundo

"La primera vez que la vi…Todo en mi cabeza se silenció. Todos los tics, las imágenes constantes desaparecieron.

Cuando tienes trastorno obsesivo compulsivo en realidad no tienes momentos en silencio. Incluso en la cama estoy pensando: ¿Cerré las puertas? Sí ¿Me lavé las manos? Sí ¿Cerré las puertas? Sí ¿Me lavé las manos? Sí.

Pero cuando la vi, la única cosa en la que pude pensar fue en la curva de la horquilla de sus labios. O la pestaña en su mejilla. La pestaña en su mejilla. La pestaña en su mejilla.

Sabía que debía hablar con ella. La invité a salir seis veces en treinta segundos. Ella dijo que sí después de la tercera. Pero ninguna de las veces que pregunté se sintió bien así que tenía que seguir haciéndolo.

En nuestra primera cita, pasé más tiempo organizando mi comida por colores de lo que pasé comiéndola o hablando con ella. Pero le encantó.

Le encantaba que tuviera que besarla para despedirme 16 veces, o 24 si era miércoles.
Le encantaba que me tomaba todo el tiempo caminar hacia casa porque había muchas grietas en el suelo.

Cuando nos fuimos a vivir juntos, ella dijo que se sentía segura, como si nadie nos fuera a robar porque definitivamente había cerrado la puerta dieciocho veces.

Yo siempre veía su boca cuando hablaba. Cuando hablaba. Cuando hablaba. Cuando hablaba.Cuando hablaba; cuando me dijo que me amaba, su boca se curvaba hacia arriba en los bordes.

Por la noche ella se acostaba en la cama y me veía apagar todas las luces, y encenderlas, y apagarlas, y encenderlas, y apagarlas, y encenderlas, y apagarlas, y encenderlas, y apagarlas, y encenderlas, y apagarlas, y encenderlas, y apagarlas, y encenderlas, y apagarlas, y encenderlas, y apagarlas, y encenderlas, y apagarlas, y encenderlas, y apagarlas.

Ella cerraba los ojos y se imaginaba que los días y las noches pasaban frente a ella.

Algunas mañanas empezaba a besarla para despedirme y ella sólo se iba porque estaba haciéndola llegar tarde al trabajo.

Cuando me detenía en las grietas del suelo ella seguía caminando.Cuando me decía que me amaba su boca era una línea recta.

Me dijo que estaba ocupando mucho su tiempo. La semana pasada empezó a dormir en casa de su madre.

Me dijo que nunca debió dejarme apegarme tanto a ella; que todo esto fue un error, pero… ¡¿Cómo podría ser un error que no tenga que lavarme las manos antes de tocarla?!

El amor no es un error y me está matando que ella pueda salir de esto y yo no.

No puedo. No puedo salir y encontrar a alguien nuevo porque siempre pienso en ella.

A menudo, cuando me obsesiono con algo, veo gérmenes escabulléndose en mi piel. Me veo a mí mismo siendo atropellado por una infinita línea de coches. Y ella fue la primera cosa hermosa en la que alguna vez me he detenido.

Quiero despertar todas las mañanas pensando en la manera en la que agarra el volante. Cómo mueve las manillas de la regadera como si estuviera abriendo una caja fuerte.

En cómo sopla las velas. Cómo sopla las velas. Cómo sopla las velas. Cómo sopla las velas. Cómo sopla…

Ahora sólo pienso en quién más está besándola. No puedo respirar porque él sólo la besa una vez­– ¡No le importa si es perfecto!

La quiero de vuelta, tanto que…Dejo la puerta sin cerrar. Dejo las luces encendidas"

(Neil Hilborn)


Nota: Neil Hilborn es un poeta estadounidense que tiene TOC o  Trastorno Obsesivo-Compulsivo, que conmovió a todos con un poema de amor donde, a través de la repetición y la teatralidad, representa una imagen dolorosa pero al mismo tiempo preciosa de su padecimiento, según indican en Huffington Post.

La puesta en escena causó un verdadero revuelo en internet tras su desgarradora presentación en la final del concurso "2013 Rustbelt Regional Poetry Slam" y muchos felicitaron al artista por su particular manera de encarar el problema, como si se convirtiera, de la noche a la mañana, en un estandarte a seguir.

Hilborn explicó que escribió el poema en 2011 y que la mayoría de los tics que se ven en su exposición son intencionales, pero otros no.

viernes, 25 de julio de 2014

La mujer de cristal

 
Hoy es un día triste. Hoy por fin he entendido que no me amas, que no soy quien pueda llenar todos los vacíos que hay en tu vida. Sueñas con una historia en la que no encajo. Me encuentro fuera de lugar y hasta ahora no quería verlo. Pero es así.

Dices que te sientes atado a un destino que no planeaste. Pero sí lo hiciste, porque te dejaste arrastrar y no hiciste nada para cambiarlo. Te limitaste a ser arrastrado por la inercia de los acontecimientos. Y ahora sólo notas un gran hueco en el alma, que huele a tiempo perdido, que imita a la nostalgia, que sabe a hiel en los labios…

Y es evidente que si alguna vez pude ser yo quien te ayudara a volar, hoy estoy fuera de toda lógica razonable de dar marcha atrás para intentar hacerte feliz. Llegué tarde a tu vida, pero juro que te estuve esperando más de la mitad de la mía.  

Y ahora evitas en tus mensajes cualquier cosa que tenga parecido a la palabra amor. Siempre estuve enamorada de ti, aun sin saber que eras real. Eres el hombre injusto. Pero también eres la persona que me sacó de la rutina de días idénticos y por eso te estoy agradecida. Porque por fin, llegaste a mi vida para demostrarme que no te estuve esperando en vano. Ahora sé que la felicidad en el amor también es posible, aunque cuando llegas si la función se ha acabado, algo se rompe en el interior y suena como un cristal que se estrella contra el suelo. Así me siento yo: feliz por saber de tu existencia y rota por haber llegado tarde.

Prefijos en el amor


La culpa fue de los prefijos. Dejamos que se fueran posando en algunas palabras de nuestro idioma, y acabaron adueñándose de lo más íntimo del diccionario que habíamos creado juntos.
Permitimos que se escapara la emoción que sentíamos al escucharnos, conseguimos que nuestras miradas llegaran a encontrarse diferentes.
Cambiamos la ilusión por la des-ilusión. Dejamos la puerta abierta a la monotonía. Nos conformamos con un sucedáneo de romanticismo, convertimos lo nuestro en simulacro.
Cambiamos el vivir por el sobre-vivir. Nuestros sentidos se volvieron perezosos, tu cuerpo y el mío se convirtieron en extraños, la lastima vino a acompañarnos.
Cambiamos la pasión por la com-pasión. Y llegó la hora del reproche, intercambiamos nuestras culpas. Nos quedó el consuelo para tontos, el rencor.
Cambiamos el sentimiento por el re-sentimiento. Asistimos impasibles a la catástrofe y, cuando quisimos darnos cuenta, nuestra lámpara maravillosa se había apagado.
Cambiamos el amor por el des-amor.
Nos queda este texto, que no es más que un pre-texto...para tantas cosas.
La culpa fue de los prefijos.


Nos dijimos adiós...


No era así como lo había imaginado, quiero decir, nunca había deseado que llegase ese instante...pero sucumbió, se desarboló nuestra relación. Nos dijimos, adiós. Lo que no puedo precisar es el momento en que todo se derrumbó.

¿Dónde está el umbral, ese umbral infinitesimal que transforma sin remedio las cosas? El punto (de cansancio, de agobio) en que la caricia a fuerza de repetirse no produce placer sino dolor. El momento en el que el clavo que sostiene un cuadro demasiado pesado para él cae, y con él su carga

¿Va cediendo paulatinamente en silencio, o bien lo sostiene hasta el fin con la misma tenacidad y se desmorona de golpe al comprender que no podrá sostener el peso por más tiempo?¡Ay, amor! Quizá la conciencia, cuando aparece la señal, la grieta y llega el final, comprendes que lo inexorable había ocurrido mucho antes de que se manifestara, así al modo que cuando muere un amor sabemos, si queremos saber, que había muerto hacía tiempo, pero no lo quisimos (o no supimos) verlo.

Lo cierto es que el adiós fue cinematográfico. Una mesa de mármol frío, un pocillo de café, un atardecer naranja de otoño algo difuminado por el humo del cigarrillo, una lágrima de papel y en tu mirada el ansia, la luz pálida y lenta de mujer que no se resigna al adiós. Lo leí en tus ojos, sí:  "volver, volver". La vida invitándome nuevamente a recorrer las calles de tu mano, a besarnos en el fragor entre las sábanas en desorden donde habrá calideces olvidadas.

Y yo sigo aquí, esperando porque ¿sabes amor? Nos pertenecemos pase lo que pase, aunque no volvamos a vernos. Quiero que comprendas que la pertenencia no depende del tiempo que dure una relación sino de la intensidad puesta en la entrega. Vuelve. Te espero. Sabes dónde encontrarme...

Querida enemiga


Sentada en nuestra cama, ésa que hemos dejado de compartir, me quedé esperando que volviera, esperando que sintiera.

Tardé tiempo en darme cuenta de que no iba a volver, que nunca estuvo aquí, que su mente estaba lejos mientras paseaba el esqueleto de su alma por mi vida.

Intenté inútilmente ser lo que necesitaba, olvidando por completo quién era yo. Cómo iba a quererme, si deje de conocerme...

Aún no se si puedo volver a ser yo, por más que busco dentro no consigo reconocerme. Me gustaría despedirme de él, tal vez así pueda presentarme de nuevo o reencontrarme conmigo.

ADVERTISEMENT
Sólo me queda darte las gracias por cuidarlo, por hacerle feliz, por ser lo que yo nunca logré. Ten en cuenta que no querrá quererte, no quiere compartir; ten paciencia, si logras eliminar sus reservas te hará la mujer más feliz del mundo.

Sólo me queda desearte toda la suerte del mundo, querida enemiga. Enemiga porque nunca podremos ser amigas y querida porque no puedo odiar nada que él pueda llegar a querer.

Carta de Gina



Querido Alfredo,

Este periódico me ha vuelto a contactar para que según ellos responda algunas preguntas. Hacerlo sería señalar a mucha gente que aprecias y eso no te gustaría. Cuando estaba contigo y cumplías años no dejaba de darle gracias a Dios por regalarme un año más contigo; hoy no puedo decir lo mismo. Lo más probable es que esto no lo llegues a leer, mucha gente correrá a quitarte el periódico de las manos para que no me leas, para que no me extrañes, para que no me recuerdes. Qué ilusos, porque nunca nos hemos separado, las almas gemelas se pueden separar físicamente, pero nunca espiritualmente. Al menos eso me enseñó una amiga, dice también ella que tú siempre serás mío, pero que no todas las almas gemelas están destinadas a estar juntas.

Sabía que en el mundo no cabía toda la humilde alegría de mi pobre corazón. Algunas otras amigas queriéndome ayudar a olvidarte, mejor dicho, a odiarte, utilizan la estrategia de decir que no luchaste por mí. Pero si aquella boca tuya mentía el amor que me ofrecía, por aquellos ojos brujos yo habría dado siempre más. Tal vez fue que aflojaste al llegar como hacía "Sarampión" el caballo de Carlitos Gardel que siempre perdía por una cabeza. ¡Estuvimos cerca de firmar ese maldito papel que no necesitábamos! Ojalá nunca me hubieras dicho que nos casáramos, ojalá yo hubiera sido menos egoísta para haberte dicho "no".

No estés celoso, la guitarra en el ropero todavía está colgada, nadie en ella canta, ni hace sus cuerdas vibrar. Si los restaurantes madrileños conversaran estos platos dirían de qué modo te quería, con qué fiebre te adoré. Sabes, encontré un lugar donde siento que he dejado de estar errante en la sombra, vivo en Barracas [el barrio porteño donde nació Alfredo di Stéfano en 1926], tal vez te suene de algo.

"Boludo" ya casi me sale de forma natural, aunque sin duda el "boluda" es el que mejor me pega por haberte perdido. Si te llega una postal de Gardel sin firmar es mía. Si te llega un bote de dulce de leche sin azúcar es mío. Si te llega un alfajor sin azúcar es mío. Y si quieres también puedo llegar yo. Claro, perdón, olvidaba que a la vida no se le puede pedir tanto, por aquello de las dudas sigo pidiendo a Dios. Te amo.

Atentamente,

Cachorrita.

Posdata: Por favor, ya que estás tan a gustito visitándome seguido en sueños, quiero verte feliz en ellos, ya que siempre me sales triste y ya no está en mis manos sacarte una sonrisa.

miércoles, 23 de julio de 2014

A las cuatro en la plazoleta


Hola Irene.

No sé porque te escribo, seguramente para no sentirme tan solo o con la esperanza ingenua a que alguna vez leas esto, a que de alguna manera sigas sabiendo de mi de esa forma mágica que le damos a las cosas cuando no tenemos nada en lo que creer y que ahora he otorgado a este cuaderno donde te escribo. Hace tres días que te fuiste, y cada palabra que escribo es como una victoria o una derrota, un drama del que me gustaría ausentarme, sin poder hacerlo por el miedo a perder la última esperanza de recuperarte. La casa sin ti se me cae encima y me paso casi todas las tardes en la plazoleta de enfrente. Suele estar llena de viejos y niños, los dos extremos de la vida a los que parece que les sobran las horas para gastarlas en la calle, las horas que ahora me sobran a mi y que uso mirándolos en sus actividades, que son muchas. En esta afición mirona coincido casi siempre con una mujer mayor, Carmen, viuda desde hace un año y desde que se fue su Angelino se aburre. El dolor en esa compañía silenciosa, se me hace mucho más llevadero, las horas se nos pasan mirando a la gente juntos, sin que Carmen me pregunte por mi tristeza, ni yo por su familia, ni por todas esas verdades incómodas que en los malos momentos no son fáciles de explicar. Nos dedicamos a ser espectadores del mundo, enajenándonos del propio por el duelo y apropiándonos del ajeno en una pausa muy cómoda que es nuestra compañía.

Esta mañana me he despertado por el ruido de la puerta al abrirse, me he levantado de un salto pensando que habías vuelto, cuando iba a tu encuentro con el corazón que me salía del pecho, he comprendido que había soñado, la casa se ha llenado de tus fantasmas... Hoy he hecho una foto a Carmen en la plazoleta donde nos encontramos todas las tardes. Cuando se la hacía, estaba fumando y le he dicho que lo debería dejar; ha salido mirando hacia otro sitio. En la foto podrás ver el sofá de nuestro cuarto de estar. Como pasamos tantas horas en la plazoleta y en casa casi no estoy, pues lo he bajado para que podamos estar más cómodos, al final de tantas horas los bancos públicos se hacen muy duros. Carmen ha bajado las fundas estampadas que ves y me dicho que también bajará unos cojines.

Hoy hemos estado viendo jugar a un grupito de unos diez chavales que imitaban una serie de dibujos, nos ha sorprendido la resistencia a los golpes que tienen. Luego hemos visto jugar a unos abuelitos a la petanca y casi se pegan como los chiquillos de antes. El momento que más nos sorprende siempre, porque siempre es muy parecido, es cuando vienen a la plazoleta los perros y sus dueños. Llegan más o menos a la misma hora, cada uno por su lado, sueltan los perros que corren al encuentro, se huelen, se saludan, juegan, y cuando los dueños se impacientan, llaman a su perro y se van. Carmen y yo dudamos quién saca a quién.

Me paso casi todo el día en la calle, lo peor son las noches cuando no te encuentro en la cama y la sábana no es tu piel, ni la almohada tiene tu abrazo, ni se tienen sucedáneos para lo que se echa de menos.... Carmen bajó ayer una mesa de camping y una mantita, por las tardes refresca pronto. Yo bajé la lámpara de pantalla que teníamos en el saloncito para leer y la he enchufado a una batería. Ayer fue divertido porque cenamos sopa que trajo Carmen en un termo y croquetas de jamón que le salen buenísimas. Me ha dicho que el truco está en echarle maicena a la bechamel. Yo hice una ensalada y como no estás, le puse mucha cebolla. Mientras cenamos le hablé a Carmen por primera vez de ti, cuando acabé sólo dijo, “ay, hijo”....... sin poder ocultar la necesidad por volver a creer, le pregunté que era para ella amar, y me contestó que “si me lo preguntas no lo sé, ahora, si no me lo preguntas, sí”.
Pudimos ver la tele pequeña que tenía en la habitación ya que funciona perfectamente conectada a la batería, Carmen quería que viéramos juntos un programa que le gusta mucho pero se quedó dormida, aproveché para recoger un poco y al final yo también me quedé dormido a su lado...

Me despertó el sonido de unos tambores, al abrir los ojos asustado nos vi perros y gente sentados en corros que nos rodeaban riendo y cantando, fumando bebiendo, haciendo malabares, me dio la sensación de despertar en un país muy lejano, africano o de otro continente. Carmen también despertó tan desorientada como yo, y mientras un par de chavales se acercaban a preguntarnos si queríamos cerveza, un vecino de la plaza gritaba desde el balcón que había llamado a policía, que aquello ya era demasiado. La primera luz de la mañana reflejaba en la litrona tendída por el joven que nos explicaba que eran del movimiento okupa y les molaba mucho el rollo que habíamos montado en nuestra plazoleta, no entendíamos nada...Hace dos semanas que te fuiste, la vida es una locura.

Carta a quien sea…

Me encuentro una vez más mirando por la ventana de mi casa de ilusión. ¿Por qué no hay nadie por el camino? Hice uno y mil intentos para que esta casa quedara bonita y creo que es realmente bonita, pero nadie se detiene ni viene, nadie quiere entrar. Las gotas frías del rocío cubren los vidrios… y yo estoy sola, sin entender verdaderamente por qué.
Siempre extendí mi manto de apoyo sobre quien lo necesitase, siempre mi figura apareció por allí si alguien estaba mal. ¿Por qué si siempre estoy para todos y nadie está para mí? ¿Podría alguna vez alguien darse cuenta que estoy?
Desde mi umbral observo a cada cual reunirse con sus fieles compañeros, ese complemento que lo transforma a uno en parte de un dúo, un dúo de gente que se quiere y que se apoyarán mutuamente siempre. Observo desdemi pesar que todos tienen con quién contar, ¿por qué yo no? ¿por qué estoy sola?
Quiero un compañero de bromas, alguien a quien pueda confiarle mis secretos y hablarle sobre mi amor. ¿Es mucho pedir? Mi máscara de sonrisas y color ya no me sirve,estoy cansada de disimular, de sonreír cuando en realidad desearía tener a alguien, de celebrar cuando no tengo con quien compartirlo, de quedarme en esta casa, sola, cuando todos se reúnen con algún ser humano para darse abrazos afectuosos y contarse profundidades del corazón.
En el amor estoy completa, halaga mi casa y su construcción, ¿por qué no puedo también tener un compañero o compañera que venga a traer masitas multicolor y azúcar contagialegría? Aunque suene aniñado, nunca lo tuve y quiero saber qué se siente.
Si el problema somos yo y mi casita, perdí. Es muy difícil cambiar la construcción y el modelo.¿Pero si en realidad resulta que simplemente a nadie le interesa venir a mi casita? También perdí, no sé qué hacer.
En fin, sobrevivir no es un dilema puesto que alguien se está fijando que no caiga. Disfrutar es lo que me falta, porque a pesar de tener un amor sin igual, mi corazón, respecto a amistad, se ahoga en la soledad (¿alguien quiere venir a rescatarlo?)

Por mi bien...

Dormíamos. En la misma cama. Tú, en una esquina. Yo, en la otra. Y el espacio que quedaba vacío, entre mi cuerpo y el tuyo, era el precipicio por el que ninguno de los dos habría querido deslizarse. Empezaba a clarear cuando tu pie rozó el mío. Por un momento pensé que era una señal de paz y te abracé por detrás, mi mejilla en el hueco de tu espalda. Inmediatamente, con la sinceridad de quien duerme, te apartaste. Al poco ya estabas sentado en el borde de la cama, con los ojos fijos en alguna parte.Te levantaste. Escuché el agua de la ducha, el abrir y cerrar de algún cajón. Saliste del cuarto. Volviste a entrar. Desenchufaste algo. Y, finalmente, el ruido de la cremallera de una maleta que se abre. El crujido del armario del vestidor. La cremallera que se cierra. Toses. Es el tabaco, pienso. Te vuelves a sentar en la cama. Y, muy tranquilo, me dices:-Me voy. Es por tu bien.Me revuelves el pelo, me das un beso en la mejilla y desapareces para siempre tras el chorro de luz de la puerta. Sin una explicación. Sin una oportunidad. Por mi bien.Desde entonces no te he vuelto a ver.Este mañana me he despertado con el rectángulo de luz en mi ventana. Debía ser la misma hora de cuando te fuiste hace un año. En todo este tiempo no te he llamado, no te he buscado, no he vuelto a saber nada de ti. Encogida en la cama, he recordado el agua de la ducha, el vaho de la puerta, la cremallera, el armario...las despedidas también tienen su melodía. Y, de repente, he comprendido que no te fuiste por mi bien, sino por el tuyo. He comprendido que no hay nada menos generoso que la falta de amor.Si me hubieses querido, te habrías quedado.Por mi bien. Por el tuyo. Por el nuestro.

Despedida


Es duro decir adiós, por eso digo hasta luego, pidiendo perdón por la cobardía de no decírtelo a la cara.

Sabes bien que te amo. ¿Cuánto? No sabría medirlo, ni cuantificarlo; no existe el instrumento que pueda comprobar lo que albergado en el alma realmente por ti siento.

Necesito alejarme, perderme en los abismos de mi soledad involuntaria, oculto en la oscuridad que produce sentir que mi amor es ermitaño; y que al gritar tu nombre a los mensajeros del viento no surge el eco de tu boca repitiendo yo también te quiero.

Duele perderte, la flecha de Cupido se ha clavado en mis uñas, no en tu pecho.

Tu partida será por años gota de pena que revienta, incansable, en los erosionados muros de mis sentimientos.

Quisiera tener el poder de mandar en tus pensamientos para lograr que tu mirada gire hacia el horizonte, donde huye mi tormento.

Tú deseas estar sola, alejada de cualquier tipo de cariño que no sea mi amistad. Y yo, como amante silencioso, te comprendo, mas mis sentimientos no soportan el infinito esfuerzo de amarte a la distancia, escuchando de tu boca lo magnífico que soy, que como hombre me ubicas en una dimensión distinta al resto de los hombres, provocadores de tu dolor.

¿Qué gano con ser mejor que ellos si no me alcanza para tenerte? Acaso debo ser un maldito desgraciado, machista y descorazonado para lograr que me ames. ¿Tendré acaso que mentirte de vez en cuando y tratarte como a una cualquiera? Lo siento, no puedo.
El nivel de mi amor borró las mentiras que conocía.

Me alejo, cargando sólo la esperanza en mi equipaje.

Espero poder olvidarte, aunque sé que el amor no se apaga como la flama de la vela que recibe en su llama mis lágrimas.

Miento, el tiempo será mi consuelo y tu recuerdo la cura a mi lamento.
El calor de mi amor arderá por siempre a pesar de que el futuro me acople a otro

Cartas a Lulú (Nº 11)

 
Todo lo que alguna vez supiste acerca del no saber, ahora que tanto de todo sabes, Lulú. Ya que tus teorías se han vuelto leyes, desde que tus cabellos son memorias forasteras en el cepillo. Cuando abrías la puerta del baño y salían tus tarareos y el vapor, salías reclamando porque te decía que te bañaras; que te bañabas porque era tu decisión y no la mía. Prometo no volver a hacerte bañar, Lulú, lo juro.

Y cuando veías la pantalla en el cine, te inundaba la serenidad del silencio. Tus ojos firmes y coordinados con el sentimiento que efevescía de tus suspiros. Con verte a ti entendía el filme, Lulú.

Tu fascinación por los niños y la vida, Tu desprecio a la piratería, Lulú. Toda la esencia de quién eras de cada L a cada u. La empacaste y me la quitaste, ¿dónde está mi mitad de todo? ¿Qué va a ser de este Sansón sin su pelo? No es que no me ponga serio, es que ya nada me lo quita.

Se terminó el despertar con tu perfume, Lulú, entiéndeme que ni yo me entiendo. Como cuando te fuiste a la Ciudad de México por una semana, me quedé pateando piedras solo por la plaza. No tenía con quién soñar, Lulú, pero aun así, te soñaba. Estuve tan quieto que Miguel Ángel me tuvo que convencer de que no era estatua.

A la mierda todo, Lulú, ¿Por qué tomar este tipo de decisiones sin mí? A mi no me parece ideal esto de dedicarle la luna a mis memorias sobre papel. ¿A dónde te mando las cartas, Lulú? Te busqué ya hasta en el diccionario. No estás ni en los árboles que abrazabas en el patio para que crecieran. Te largaste hasta de los libros que leías, Lourdes. Egoístamente aquí nos tienes a todos, como esperando para una bienvenida sorpresa.

Te vi cambiar, no sé si para ti, por mi o de mí. Nunca cesaste de ser perfecta, Lulú. Con tus labios delineados con pincel, con tus manos tan de mi talla. Me traicionan las sonrisas y se me van todas.

Te extraño demasiado, Lulú. Estoy como calcetín sin par,...como si Bonnie se le desapareciera a Clyde.

Carta que se envió y nunca llegó (o quizá no fue leída)


Hola.

Sé que no ves muchos mensajes míos, así que debes imaginar que esta es otra de mis pesadeces y seguramente no te apetece mucho leerla. Estás en lo cierto, pero me gustaría pedirte que lo hagas.

Sé también que no te gusta lo que escribo y, créeme, te hubiera ahorrado tenerlo que leer, pero no me es posible.

Últimamente o me esquivas o estoy demasiado nervioso cuando estoy contigo como para romper con esa barrera que parece haber crecido entre nosotros. Quizá pueda encontrar el momento y contarte esto de palabra antes de que tengas que leerlo. Tengo muchas ganas de contarte esta historia con voz de cuentacuentos; llevo todo el día con ganas de contártela, pero no he sabido que era ésta hasta ahora que se ha hecho de noche y todos duermen.

Déjame, ahora que me amparan las estrellas y sacan de mí algunos buenos sentimientos que creíamos que habían muerto, déjame que te cuente mi historia.

Es la historia de un niño, casi como otro cualquiera, que, como otros tantos, se hizo mayor olvidando lo que de pequeño ya sabía.

Nació en una ciudad pequeña y orgullosa, cerrada quizás, y ya de bien pequeño empezó a dar tumbos por la vida con los continuos cambios de domicilio de su familia. En su casa nunca había sonreído la fortuna, pero con su llegada la suerte pareció esfumarse y la familia cayó en una dura pobreza. Así pasó una infancia pobre pero feliz ignorando los esfuerzos, sufrimientos y discusiones que llenaban su casa y aportando una sonrisa cada vez que su hermano, un poco más mayor, lloraba en su cama.

Pedía como todos los niños cada juguete que veía y no le importaba mucho que sus padres casi siempre le tuvieran que decir que no, que otro día sería. A ellos sí.

Él se contentaba con tres amigos del parvulario y, aunque los más grandes solían disfrutar molestándoles, les iba bastante bien.

Esa misma fortuna que siempre les había puesto la zancadilla se disfrazó de amiga un día para arrastrarles a nuevas miserias y fueron de vuelta a la ciudad donde el chiquillo había nacido. Allí, sin amigos y en un colegio de monjas, el gris y las ciencias naturales se fueron acercando a su carácter. Sólo estuvo allí un año y al siguiente la luz pareció brillar: un nuevo colegio y un negocio familiar.

El negocio, una tienda de alimentos congelados, había de quebrar en cuatro años dejando a sus propietarios en una situación más que apurada. Pero en aquel momento todo era ilusión; tanta que la casa conoció unos Reyes Magos opulentos aquel año y la familia se aventuró a iniciar la compra de una casa propia y dejar el alquiler.

El niño siguió en su vida, desarrollándose como un chiquillo enclenque y listillo que no hacía los deberes pero que se espabilaba para ocultarlo en clase, compitiendo por el puesto de favorito de la maestra. Eso y su falta de habilidad en el recreo y la clase de gimnasia le ganaron unos cuantos amigos de aquellos de los que cualquier niño guarda un horrible recuerdo.

En aquella dulce época sus padres se volcaban en el trabajo y dejaban a los dos hermanos en casa. Primero la golosería y luego la gula hicieron al chiquillo adquirir amistad con la nevera y figura de bola. Comía casi compulsivamente y a todas horas. Aquello acabo de rematar su carrera social. De aquella época serían los recuerdos del más fiel amigo que tuvo en su niñez y de una gata a la que, pese a algunas perrerías que le hizo - que se saldaron con arañazos - amó como a ninguna mascota. El animal se fugó de casa espantado por un primo un tanto maleducado y no lo volvió a ver.

También en esa época forjó un talante acobardado y solitario y, aunque al principio aborrecía leer, encontró un libro que le ataría por siempre a la imaginación, los sentimientos y la literatura. Era el cuento de un cartero harto de su vida que, ayudado por una bruja buena, consiguió viajar por las maravillas del mundo transformado en una carta de paz a los poderosos del mundo. El niño se enamoró, lloró y quiso ser como aquel cartero y volar en forma de carta que pidiese que los niños no se metiesen con los otros niños, volar y huir. Nunca más perdió aquel deseo de escapar.

Se mudaron a la casa nueva y hubo un nuevo cambio de colegio. El segundo ciclo de enseñanza trajo a su vida las maravillas de la ciencia natural, las leyendas de la historia y el infinito tesoro de la literatura con el refranero y Machado. También trajo niños más mayores que jugaban a ligar niñas que se reían de él y un gran odio al fútbol y a las clases de gimnasia.

Empezó a destacar por sus notas, incluso en lengua inglesa, que aprendió con entusiasmo, llegando a hallar un amigo en su profesor, con quien se entendía en inglés sin que nadie los entendiese en clase. Más rechazo de sus compañeros. En invierno le tiraban bolas de nieve y siempre se resfriaba para no tener que ir a las clases. Se iba al campo con su amigo e imaginaban aventuras de tesoros, piratas de río y hombres-lobo.

Un verano, el sexo entró en su vida como algo nuevo y raro que había que ocultar y que resultaba vergonzoso. No cambió gran cosa, pero por las noches soñaba con el momento en que sería mayor y querría a una chica. Después pensaba en sus compañeros y se decía que nunca chica alguna le querría. Si alguna lo hacía, él sería el amante perfecto y la querría como nadie.

No mucho después, entabló amistad con un chico con síndrome de Down contra el que todos cargaban y con otro que acabó pasándose al bando de los que les señalaban con el dedo (aquello le rompió el corazón). Tenía pocos amigos y estaba muy enamorado de ellos pero de aquel más que de ninguno porque era el único con quien los demás no se metían y era amigo suyo a la vez.

Un día, viendo la televisión con su madre, vio a un niño que tocaba el violín. Tenía su misma edad. Se sintió abatido: el genio de la casa era un ignorante junto a aquel pequeño ruso al que su madre pareció mirar con más admiración que cualquiera de sus notas. Prometió sacar un diez en aquello que se llamaba selectividad para reponer aquella falta; después de todo, sólo sería un examen y a él se le daban bien. Ignoraba cuánto llegaría a amar y conocer a aquel joven violinista ruso.

Aquel año, su hermano empezó el instituto. Le pusieron gafas y conoció amigos muy buenos que a él le respetaban aunque tuviera tres años menos. Ansiaba llegar al instituto y conseguir un lugar entre esos jóvenes caballeros que hablaban bien, llevaban pelo largo y jugaban a rol. Poco a poco empezó a insistir para ir con su hermano a todas partes y se coló en el grupo; aquello le hizo feliz.

Fue entonces cuando la tienda cerró definitivamente y dio paso a meses de desesperación y supervivencia horrible. Discusiones, pluriempleo, acreedores, juicios e incluso una tía que huía de su marido pasaron por aquella casa que los picapleitos acabaron por arrancarle a la familia, con un buen pedazo del corazón enterrado en sus jardines.

Su oportunidad llegó al año siguiente, cuando, huyendo de la miseria, se trasladaron de nuevo a una importante capital, pero no la supo aprovechar. Aprendió la lengua local y a encajar las chanzas de sus nuevos compañeros y perdió sus dos amigos. Conoció la horrible moda y costumbres de los skinheads a manos de sus compañeros de clase y decidió dejarse el pelo largo como aquellos inteligentes caballeros que había admirado en los amigos de su hermano. Leía sin cesar y escribía cartas, cada vez más espaciadas, a uno de los amigos dejados atrás; acabó por perderlo, como iría haciendo con casi todo.

Al año siguiente ingresó en un instituto donde, para su frustración, no halló nobles amigos en los que apoyarse, aunque sí consiguió que le dejasen bastante en paz.Y, pasando un año más, su año de fortuna se presentó: cambió de casa a una más grande tras un incidente económico desgraciado por parte de su padre, que a punto estuvo de disolver la familia. En su nuevo curso de instituto halló su alma: dos amigos. Eran un violinista ruso y un chico atlético de madre francesa y los conoció con la inocencia de un niñito, preguntándoles si querían jugar con él. Descubrió la Química, las matemáticas y un profesor de literatura deal que siempre admiraría profundamente. Decidió ser científico y escritor y aquel año ganó el premio literario del instituto con el relato de la muerte de un anciano que pierde su amor.

Dispuesto a comerse el mundo, entró en el siguiente curso con ganas de encontrar alguien con quien intimar más allá de su amistad. Su amigo atleta había encontrado novia aquel verano.

Hasta aquí, creo que lo conoces todo, debes estar aburrida y preguntándote por qué te cuento esto, y sabes lo que va a pasar porque, como también sabes, es aquí donde entras tú en mi cuento. Por favor, sigue leyendo.

En el último día de octubre de aquel año, un compañero que iba a otra clase y cuya amistad no había sabido valorar le invitó a su cumpleaños. Allí conoció a la persona que más profundamente marcaría nunca su vida. Fue casualidad, como casi siempre en estos casos.

Él se sentía incómodo y ridículo. Se había afeitado su reciente barba y estrenaba zapatos. Llevaba una vieja cazadora de cuero de su padre a la que llamaba chupa porque no podía tener una de verdad.

Ella era mayor y segura de sí misma. Tenía los ojos pintados y un abrigo larguísimo de imitación de cuero. Su nariz era hermosa y su sonrisa encantadora, pícara. En su cuello, una cicatriz amenazadora le llamó la atención, pero al principio no quiso decir nada de ella. Se dedicó a hacer el bufón con su amigo ruso hasta que todos salieron a pasear y se sintió apartado del grupo.

Se sentaron en un banco y ella se le acercó. Comenzaron a charlar. Tú sabes cómo se llamaba, y que le gustaban los dragones y las series fantásticas de televisión; sabes que quería hacerse un tatuaje y ser motera... no había chicas como ella. No existían con tanta fantasía y capacidad de aceptarle, tan amables y atractivas y a la vez con algo de esa sensatez que la edad y los disgustos dan de forma turbia. Fumaba, y todo en ella destilaba interés. En la plaza del barrio, por la noche de aquel viernes el corazón se le aceleraba y la mirada se le deshacía en ella.

"Tú no puedes existir"... Pero existía y escuchaba heavy metal y aborrecía las niñatas típicas de los colegios. Con el amigo artista, la acompañaron a casa. Cuando volvían, comentando lo bien que les había caído y sin imaginar cuántas veces volvería a bajar aquella calle, temió que su amigo también se hubiese enamorado.

Al lunes siguiente, tras un fin de semana en blanco de ansiedad, ella pasó por su clase y le dejó discos y cintas de algín grupo rockero. El corazón le dio un vuelco. Aquella música le marcaría. La deseaba y la admiraba como a nada. No se podía desprender de su recuerdo.

A ella le había llamado la atención su cabello largo. Se hicieron buenos amigos. Ella le cogía del brazo cuando paseaban y él se sentía morir de miedo y agitación. Por las noches aspiraba el olor de sus guantes y la recordaba en sus cintas y la quería en secreto. Ella iba detrás de otro chico.
Aquel fin de semana fue de nubes grises y ojos rojos. Sin embargo, no mucho más tarde se encontraron compartiendo indirectas y emociones, ideas y sentimientos.

- Nunca nieva en esta ciudad. Es imposible.
- Todo es imposible hasta que sucede -sonreía él.

Al día siguiente nevó como nunca en la ciudad costera y Dios pareció existir. Con lágrimas de emoción, la llamó por teléfono. Una semana más tarde, uno de sus paseos acababa en la vista nocturna de la ciudad desde una de sus montañas. Era de noche, pero siempre encontraban la manera de escaparse a pasear.

Sentados en unas escaleras, sobre las luces de la ciudad y con las manos unidas, charlaban. Ella le besó. Sintió venir sus labios y el miedo, y después la ilusión. Era imposible, pero sucedió. Temblaba mientras su amor se le salía por los poros. Por primera vez en años, se sintió feliz y querido de una forma especial, sintió que valía para alguien, que era apreciado y no quiso huir... quiso amar para siempre.

Descubrió su piel tersa y suave, su olor y el sabor del tabaco en sus besos, que le acompañaba tras dejarla en la puerta de su casa. La amaba.

Casi dos años después, el primer grupo rockero que ella le enseñó tocó en la ciudad del mar. Debía ser algo mágico, especial. Ellos ya eran famosos por sus discusiones de pareja, como si estuvieran casados. Él disfrutó el concierto sin saber que al día siguiente descubriría cuánto se puede perder a una persona.

Este es un mundo que no está bien, amiga, que no es de cuento, y quisiera no haber escrito ese último párrafo ni haber estado en los dos años en los que respondí a ti perdiendo mi inocencia y mi respeto. Pero no me he perdido todo, no he perdido mis sueños ni mis sentimientos y, ya que todo ha sido tan real, tan desgraciadamente real, quisiera, ahora que las estrellas me amparan y sacan lo bueno que hay en mí, que al menos esos dos amantes que aparecen en la historia tengan un amor feliz eterno en un mundo mejor, en un mundo de imaginación al menos; ahora que yo te pierdo y tú te alejas y me das largas, ahora que me convierto en uno más de los tíos, en este ahora que durante dos años no he sabido ver ni llevar mejor. Te pido que sueñes con ellos, con una tú y un yo de cuento y felices. Quizás si ambos lo hacemos puedan estar en aquel mundo. Ojalá lo hayas leído todo. Ojalá pueda volver a ser yo un personaje de historia de hadas y tú alguien que no puede existir. Ojalá lo imposible pero hermoso siga existiendo y haya esperanza para el mundo, aunque sea en momentos.

Recuerda que siempre te amaré hasta donde me llega el alma. Siento no haberlo hecho mejor. Recuerdos del último beso
Yo.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...