martes, 29 de julio de 2014

Crónicas de una fumadora #1

Nada. Eso es lo que me pasa. Que no me gusta reír porque tampoco sé llorar, y hacer alguna de las dos cosas descompensaría la balanza entre la felicidad y la tristeza. Y muchas lágrimas son malas, pero muchas risas también, porque es imposible sonreír si antes no te has lastimado. Una vez creí que no podría parar de reír. Tenía ocho años y, esos minutos en lo que me dolía la tripa de tantas carcajadas los echo de menos. Entonces era una ingenua, pero por aquel momento yo me creía bastante mayor y bastante alegre era yo. Oh, cómo nos cambia la vida. Al día siguiente, seguía en mis ocho años de inocencia, mis amigos no me llamaron para que jugara con ellos. Me sentí traicionada, apenas sabía nada de las tragedias que ocurren por todos lados como para no llorar por esa desgracia que me acababa de ocurrir. Y mis amigos no me llamaron ese día. Me llamaron un día después. Así que, nada. No me pasa nada.

Hace poco decidí que dejaría de fumarme todas esas mierdas y me fumaría un cigarro. Pero una no puede encender un cigarro sin mechero, igual que uno no puede gritar si es mudo o abrazar sin motivo. Mi problema es que quiero abrazar, pero no me molesto en encontrar el motivo. Estoy cansada de hacer las cosas pensando, es una estupidez. Y yo no me consideraría estúpida hasta que pasaran otros ocho años y dijera "cuando tenía dieciséis... que ingenua era", porque estoy segura de que es una especie de círculo vicioso en el que te sientes obligada a hablar mal de tu yo de hace unos años. Así que me he comprado un mechero con el que prender fuego a todo, incluido ese cigarro.

Y ahora ya no queda nada, salvo mi desinterés por todo y por nada. El maldito cigarro se ha caído de mi mano a la hierba húmeda y yo no me preocupo por recuperarlo, ni pisarlo, ni soltar el humo que está atrapado en mi garganta. Como mis palabras, nunca salen cuando quiero. Pero en este momento, he gritado. Y no he gritado ni de impotencia, ni de felicidad, ni de hastío ni nada parecido. Ha sido uno liberador. ¿Por qué liberador? Porque hasta ahora yo no era ni triste ni feliz, y he descubierto que lo que soy es una chica estresada.

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