miércoles, 23 de julio de 2014
Despedida
Es duro decir adiós, por eso digo hasta luego, pidiendo perdón por la cobardía de no decírtelo a la cara.
Sabes bien que te amo. ¿Cuánto? No sabría medirlo, ni cuantificarlo; no existe el instrumento que pueda comprobar lo que albergado en el alma realmente por ti siento.
Necesito alejarme, perderme en los abismos de mi soledad involuntaria, oculto en la oscuridad que produce sentir que mi amor es ermitaño; y que al gritar tu nombre a los mensajeros del viento no surge el eco de tu boca repitiendo yo también te quiero.
Duele perderte, la flecha de Cupido se ha clavado en mis uñas, no en tu pecho.
Tu partida será por años gota de pena que revienta, incansable, en los erosionados muros de mis sentimientos.
Quisiera tener el poder de mandar en tus pensamientos para lograr que tu mirada gire hacia el horizonte, donde huye mi tormento.
Tú deseas estar sola, alejada de cualquier tipo de cariño que no sea mi amistad. Y yo, como amante silencioso, te comprendo, mas mis sentimientos no soportan el infinito esfuerzo de amarte a la distancia, escuchando de tu boca lo magnífico que soy, que como hombre me ubicas en una dimensión distinta al resto de los hombres, provocadores de tu dolor.
¿Qué gano con ser mejor que ellos si no me alcanza para tenerte? Acaso debo ser un maldito desgraciado, machista y descorazonado para lograr que me ames. ¿Tendré acaso que mentirte de vez en cuando y tratarte como a una cualquiera? Lo siento, no puedo.
El nivel de mi amor borró las mentiras que conocía.
Me alejo, cargando sólo la esperanza en mi equipaje.
Espero poder olvidarte, aunque sé que el amor no se apaga como la flama de la vela que recibe en su llama mis lágrimas.
Miento, el tiempo será mi consuelo y tu recuerdo la cura a mi lamento.
El calor de mi amor arderá por siempre a pesar de que el futuro me acople a otro
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